Viernes en la fucking city
Es viernes, te querés ir bien a la mierda del trabajo y no ves la hora de sacarte los zapatitos y tirarte a tomar una birra en el sillón del living de tu casa o en su defecto, puff, colchoneta o manta en el piso. Lo que sea pero lejos de la gente loca de mierda que pulula por la calle mostrando su rostro asesino de viernes por la tarde.
Retiro poblado de almas que se transforman y son capaces de arrancarte la cabeza con los dientes con tal de llegar antes al colectivo o adelantarse un número en el pago fácil como si fueran requete vivos. Por dios, qué infradotados.
Decidís tomarte un taxi para cruzar lo más airoso posible la fucking ciudad que está congestionada pero no de mocos, sino de bondis, taxistas psicópatas, peatones con tendencias violentas, cortes de calle pidiendo bombitas halógenas para el hospital zonal de topos paralíticos, delincuentes en todas sus definiciones: Chorros, no tan chorros y policías. Mientras enumerás en un instante mental, pensás: “Hoy es viernes… ¿Qué pelotudo va a salir a romper las pelotas un viernes a las doce del mediodía?”
Lo que no sabés es que siempre que decidas tomar un taxi va a estar todo cortado y justo te va a tocar un taxista chorro que mientras pajea al aparatito de las vueltas del motor te dice: Hoy a la mañana estaba bastante nublado ¿no?, ahora se puso lindo che… Uhh, mirá donde me metí, si hubiera agarrado por Juncal salíamos al toque… De haber sabido que estaba cortado…(Hijo de puta venías de ese lado).
Salís después de veinte minutos de embotellamiento, ves que hiciste 7 cuadras y vas $32,50; más adelante, ves otra manifestación andá a saber de qué o de quién por donde es imposible cruzar en auto y en cualquier otra cosa que no sea caminando. Te bajás dos cuadras antes para no comerte otros 40 mangos en dos cuadras como si fueras Paris Hilton y decidís proceder a pie. Mientras atravesás la multitud escuchas cánticos indescifrables bajo el rayo del sol y pensás… Me encantaría unirme a esto y faltar al trabajo, pero como no puedo, decido odiarlos con pasión.
Al fin lográs realizar tu última diligencia antes de marchar definitivamente para tu casa y como un imbécil, decidís tomar de nuevo taxi. Una vez arriba, al cruzar una esquina, un pelotudo con un panfleto que dice “Tocá bocina si sos gay” y el taxista como un navo bocineando te dice: Ves? Después lo pisas y lo tenés que pagar por bueno…
Cuando llegás a tu casa te tirás en donde podés, te ponés la birra endovenosa y te lleva unos 50 minutos bajar tu cerebro del subte y cruzar el molinete hacia la calma mirando un programa malo en la tevé.
Paz, soluble para todos.
Negra Roll
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